De pequeño recuerdo que siempre me chocó aquel episodio histórico denominado “el desastre de Annual”; más por el nombre en si que por los hechos a los que se refería (no resultaba muy agradable enterarse de que a principios de los años veinte, más de 8.000 soldados españoles fueron masacrados mientras huían de unos desorganizados rifeños comandados por Abd el-Krim cerca de la ciudad del mismo nombre en el norte de África). ¡Hombre! Está claro que no vamos a comparar estos hechos con los acaecidos en el Collao en la gloriosa tarde en la que el Alcoyano ascendió a la división de plata del fútbol español, pero, sin duda, la palabra más adecuada para definir lo allí ocurrido es la misma: DESASTRE.
Afortunadamente, el Alcoyano ascendió y los aficionados pudieron ver la segunda parte del partido, porque en caso contrario, no me hubiese gustado encontrarme en el pellejo de Paco Agulló (salvando las distancias, del idioma más que nada, como Gary Cooper en “Sólo ante el peligro”) que, como máximo representante del nuevo y flamante tripartito, observaba atónito lo que ocurría en el recinto deportivo. Curioso que la primera vez que le sacan los colores, sea en un campo de fútbol, ¿verdad Paco?
¿Qué hubiese ocurrido si el evento lo hubiese organizado la antigua corporación del PP encabezada por su concejal Mario Santacreu? No lo quiero ni pensar.
Precisamente, el antiguo concejal de deportes ha sido el que, aprovechando la primera sesión plenaria del Ayuntamiento, ha pedido explicaciones sobre lo ocurrido en el Collao el pasado domingo y el porqué no llegó a funcionar la famosa pantalla de 40 metros cuadrados . Creo que una vez más, Santacreu ha errado el tiro: lo peor no fue que no funcionase la pantalla de marras; lo peor fue todo lo demás. Hagamos un pequeño resumen:
El lunes anterior, nuestro nuevo concejal de deportes (y estrella mediática), Rafa Carbonell, anunciaba a bombo y platillo la colocación de pantallas gigantes en la plaza de Al Azrak para que todos los aficionados pudiesen presenciar el trascendental encuentro. Gratis. Los gastos corrían a cargo de la nueva corporación.
No tardaron en avisarle sus compañeros del tripartito de la metedura de pata: una organización de este tipo valía un dineral, el Ayuntamiento no estaba para gastos y, sobre todo, sus votantes no verían con buenos ojos que, con la que está cayendo, el Ayuntamiento pagase los “caprichos” de los futboleros.
Como la plaza con el nombre del insigne caudillo mahometano era muy difícil de cerrar, hacia el miércoles o jueves, Carbonell decidió que se hiciese en el Collao y que todo el que lo quisiese ver se retratase en taquilla. Lo malo es que el Collao ya estaba comprometido el sábado con la celebración del “Torneo Relámpago” y los operarios de “Bábala Group” encargados del montaje tuvieron que trabajar a marchas forzadas 18 horas seguidas para llegar a tiempo. La tarde del domingo estaban cansados y medio dormidos. Así salió todo.
En radios y periódicos no dejaban de anunciar lo siguiente: “Será imprescindible que la entrada se compre por adelantado. Así podremos saber cuanta gente acudirá y tomar las medidas oportunas con el aforo”. Pues menos mal que sabían cuantos iban a acudir, porque si no...
Si usted fue uno de los 5.000 aficionados que acudió a la gran cita, no hará falta que le cuente la inmensa cola que se formó para acceder al campo. En ocasiones, sobrepasó la nueva (y defectuosa) rotonda de Batoy. ¿Por qué? Muy sencillo: sólo se abrieron los accesos de la parte de tribuna, con tres empleados de la organización (en ocasiones sólo dos) cortando las entradas. Calculando que cada uno de ellos pudiese cortar 15 entradas por minuto (que ya es correr), para entrar todos los aficionados necesitaron 111 minutos de frenético trabajo, a sea, las dos horas completas desde que abrieron las puertas a las cinco de la tarde hasta que empezó el partido a las siete.
¿Y la seguridad? Ninguna. ¿Cómo iban a comprobar que las mochilas de la gente no contuviesen botellas de vidrio, objetos punzantes o material pirotécnico con esa avalancha de aficionados? Menos mal que los alcoyanos nos tomamos estos acontecimientos como lo que son, una fiesta, que si no...Una vez dentro del aparcamiento de tribuna, los asistentes se encontraban con los publicitados entretenimientos para los más pequeños prácticamente vacíos, como no podía ser de otra forma. Si conocen a algún padre desalmado que dejó que su hijo jugase a pleno sol con los castillos hinchables... denúncienlo ante la policía por maltrato infantil. ¡Ni un mísero toldo! ¿Desconocían los organizadores que en Alcoy a 26 de junio y a las cinco de la tarde cae un sol de justicia?
Cuando se entraba en el campo, lo primero que se echaban a la vista los acalorados aficionados era una gran aglomeración junto a la pared de tribuna. ¿Había ocurrido alguna desgracia? Afortunadamente no. Se trataba de una barra de bar de unos veinte metros de longitud rodeada por seis o siete filas de sedientas personas que tenían, por el mero hecho de comprar una entrada, el derecho a una consumición gratuita.
Los ocho camareros que la atendían bajo un sol de justicia (por cierto, de matrícula de honor al que se le ocurrió colocarla a pleno sol cuando en la pared de enfrente había sombra toda la tarde) se las veían y deseaban para poder servir a todo el mundo. Por descontado, no les fue posible cumplir con el objetivo. A ver, hagamos otra vez números: tardando 30 segundos en servir a cada aficionado (imposible puesto que se servían hasta “mentiretes”), los ocho abnegados camareros hubiesen tardado cinco horas y media en servir a los 5.000 alcoyanistas que se dieron cita en el Collao. Eso sin parar ni para ir a mear. Resulta obvio que la mitad de los asistentes se fueron sin el placer de refrescar su acalorada garganta.
Hablando de miccionar: la tribuna tiene unos váteres en consonancia con la capacidad que puede albergar, unas 1.500 personas. ¿Cómo esperan que den abasto a las necesidades de 5.000 aficionados? Me abstengo de hacer cálculos en esta ocasión, pero les aseguro que en caso de apuro, lo mejor era acercarse disimuladamente hasta los túneles de Batoy.
Una vez en el campo… que cada uno se las apañara como pudiera. Contados miembros de la organización no podían más que observar cómo los agobiados aficionados intentaban encontrar un hueco en la atiborrada tribuna. Misión imposible. La única solución consistía en bajar hasta el césped y rezar para no sufrir una insolación. Porque, claro, lo de instalar una carpa o poner cuatro toldos… ni pensarlo.
Ya en la lona que cubría el césped, ni un cartel en el que se prohibiera fumar. Cientos de personas fumando y apagando sus cigarrillos encima de una lona ¡de plástico! San Mauro, San Jorge y hasta la Virgen de los Lirios tuvieron que emplearse a fondo para que no sucediera una desgracia.
Todos estos aspectos y otros muchos que de seguro se me habrán pasado, son los que denotan una escandalosa falta de organización. Cualquier colegio organiza cien veces mejor una fiesta de fin de curso. Lo de la pantalla, simplemente, fue un accidente. Bueno, quizás si no la hubiesen expuesto al sol durante todo el día… o si hubiesen dispuesto de más tiempo para prepararlo… o si el técnico no hubiese tardado una hora en configurar la otra pantalla más pequeña… en fin, meras conjeturas.
El “desastre de Annual” socavó los cimientos de la monarquía liberal de Alfonso XIII y, sin duda, fue una causa directa del golpe de estado y posterior dictadura de Miguel Primo de Rivera. Apostamos a que en Alcoy, ni siquiera se llegará a saber quien fue el responsable final de la organización del “desastre de el Collao”. ¿Alguien acepta la apuesta?
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