Se dice que el estudio de la historia sirve para darnos cuenta de los errores cometidos e intentar que éstos no vuelvan a ocurrir. Desgraciadamente, esta teoría raramente se cumple y la práctica nos indica que los errores se repiten una y otra vez a lo largo de la historia. Pongamos un ejemplo para ilustrarlo:
Retrocedamos al año 1811. En Inglaterra, en plena Revolución Industrial y con la maquinaria moderna introduciéndose en todas las fábricas, surge un movimiento obrero denominado Ludismo (o Luddismo) que se opone a toda clase de tecnología pues, según su vertiente ideológica, ésta hace que el hombre pierda su capacidad laboral y por ende creativa, ya que hacen mas productivo el trabajo en términos de rapidez pero no del capital humano.
La realidad, como todos ustedes pueden suponer, era que la introducción de la maquinaria en las fábricas provocaba que un gran número de trabajadores perdieran sus puestos de trabajo.
Su forma de actuar era bien sencilla: exigían al patrono la retirada de las nuevas máquinas y, en caso de no hacerlo, entraban en las fábricas y las destruían quemándolas.
La respuesta del gobierno inglés fue contundente (incluida la pena de muerte para 18 ludistas) y el movimiento empezó a extinguirse hacia el año 1817.
Esta corriente obrera se fue desplazando por Europa a medida que se extendía la Revolución Industrial y llegó a Alcoy diez años después. Tras numerosas protestas, el primer motín se produjo en marzo de 1821 cuando más de mil obreros atacaron varias empresas (sobre todo la Real Fábrica de Paños) y destruyeron 17 hiladoras con un valor de dos millones de reales.
A medida que los dirigentes de estos movimientos se dieron cuenta de que el verdadero enemigo no eran las máquinas sino los empresarios, el ludismo fue poco a poco extinguiéndose, aunque algunos historiadores afirman que fue el germen del que surgieron los sindicatos, actuales representantes de los trabajadores.
Visto desde la perspectiva que nos proporciona el tiempo, resultan ridículas las reivindicaciones de aquellos obreros (aunque estoy seguro de que algunos todavía los apoyarían). Las máquinas (al igual que el 99% de los adelantos técnicos) no han traído la pobreza a la sociedad sino más bien todo lo contrario. ¿Se imaginan cómo serían nuestros trabajos sin ellas? ¿Cómo sería el mundo?
Pues bien, los tiempos han cambiado pero la mentalidad alcoyana parece seguir anclada a principios del siglo XIX: ya nadie (al menos en teoría) se siente amenazado por los adelantos tecnológicos; ahora el enemigo es el trabajador procedente de fuera de nuestra ciudad (para que quede claro, no nos estamos refiriendo a inmigrantes ilegales de allende nuestras fronteras, sino a trabajadores de otras poblaciones españolas).
Sobre todo, a raíz de la ejecución de los famosos Planes E del gobierno central de Zapatero, no han cesado las peticiones de los ciudadanos en este sentido: “el poco trabajo que hay en Alcoy, que lo hagan los alcoyanos”, “que no vengan trabajadores de fuera a quitarnos el pan” o “que sean exclusivamente empresas alcoyanas las que ejecuten los trabajos”.
Si ya resulta penoso que los ciudadanos piensen de esta forma, aun lo es más que los políticos, tanto de la oposición como del gobierno de la ciudad, lo corroboren. Incluso nuestro alcalde, Jordi Sedano, anunció al colectivo de parados que se reúnen todas las semanas ante la Casa Consistorial que estas inversiones del Plan Zapatero se adjudicarían a empresas alcoyanas. Y así lo está haciendo, al menos en las primeras obras sacadas a concurso.
Vista esta regresión general hacia nuestro pasado “ludista”, son de agradecer las palabras del Secretario General de Comisiones Obreras del País Valencià, Paco Molina. Nuestro más destacado representante sindical ha dado toda una lección a nuestros políticos afirmando, sin tapujos, que la intención de priorizar la contratación de trabajadores locales “es un grave error, una manera de proceder anticonstitucional e, incluso, una forma de xenofobia por discriminar a una parte de los trabajadores sólo por el hecho de su procedencia”. También lamenta que varios grupos “de izquierdas” hayan asumido este tipo de políticas o iniciativas en tiempos de crisis, recordando para finalizar que Alcoy tiene muchísimos trabajadores repartidos por un sin fin de poblaciones.
Tal como ya ocurrió en la época del movimiento ludista, no tardarán los trabajadores (y los parados) alcoyanos en darse cuenta de que la falta de trabajo no es culpa de unos pocos trabajadores foráneos. Los responsables de esta situación son otros. Ustedes ya los conocen.
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